Cuidado facial
Este tema me ha preocupado desde la adolescencia. En una época tuve bastante acné y luego de vez en cuando algún brote, que siempre asocié con haber comido chocolate, o mantequilla, o al maquillaje. Vivía probando una crema hidratante diferente, otra exfoliante, una nueva mascarilla. Al principio siempre funcionan de maravilla (pasado un tiempo ya no tanto) y siempre estaba «enganchada» a varios productos faciales. Además, siempre los más caros resultaban mejores (o eso me quería creer para no sufrir por lo que había pagado). Seguía una rutina de limpieza a la mañana y otra a la noche, y siempre me acostaba con algún potingue por toda la cara. Por dios, qué agobio!
Llegó un momento en que a pesar de limpiar el cutis tres veces al día, la piel se cubría con una capa brillante de grasa, aunque estaba tirante y deshidratada. La grasa natural de la piel no conseguía protegerla de la deshidratación y la necesidad de eliminar este exceso de grasa me mantenía en un círculo vicioso.
La teoría que puse a prueba es que la piel es un ecosistema, si lo alteramos se desequilibra. Con la limpieza eliminamos la grasa natural con lo que se estimula su producción y reseca la piel creando la necesidad de usar hidratante. Además también se elimina la flora bacteriana de la piel, causando desequilibrio y dependencia de los productos.
Actualmente no uso casi ningún producto. Me lavo la cara una vez al día con agua, frotando suavemente con una toalla. Una vez cada quince días exfolio mi piel masajeando suavemente con bicarbonato, enjuago y aplico agua con un poquito de vingre para equilibrar el PH. Una vez cada tanto me hago una mascarilla de arcilla.
Estoy a gusto, con el resultado y con el proceso. Me siento bien en mi piel, me resulta cómodo y baratísimo comparado con lo que me gastaba hace 4 ó 5 años atrás. Ya no tengo la piel grasa, nunca tengo brillos desagradables, la hidratación se mantiene perfectamente gracias a la protección natural y los brotes de acné han desaparecido (aunque como mantequilla a diario y chocolate de vez en cuando!)
Este cambio es fruto de un proceso gradual, con ensayos, aprendizajes y nuevos ensayos. Al principio usaba más productos naturales caseros, exfoliaba más seguido, hacía más mascarillas y necesitaba usar aceites naturales para mejorar la hidratación. La motivación detrás del proceso de aprendizaje simpre fue usar la menor cantidad de productos posible, reduciendo gradualmente el uso de los mismos y siendo paciente con los períodos de transición, hasta recuperar el equilibrio natural de la piel.
Con esto no quiero decir que los problemas de piel mejoren cambiando solamente los productos de tratamiento. Cada caso es particular, y en general estos problemas están relacionados con la alimentación. Muchas veces el problema lo causan intolerancias alimentarias y cada persona debe averiguar qué es lo que le hace mal. En mi caso, no hice grandes cambios en el tipo de alimentación, pero sí he mejorado muchísimo la calidad. No consumo productos pre-cocinados ni procesados industrialmente. Consumo hortalizas de nuestro huerto orgánico, pollo criado por nosotros, cereales integrales ecológicos, leche ecológica, etc. Aún así, hasta que no dejé de restregarme la cara con productos faciales industriales, no noté una mejoría importante. Así que creo que este tipo de productos sí son parte del problema ya que generan dependencia, haciendo que la piel mejore un poco, pero no del todo (sino se les acabaría el negocio!)
El cuidado de la piel del cuerpo
La teoría que queremos probar es la misma que para el cuidado facial: la piel es un ecosistema que se autorregula si no lo alteramos aplicando productos de limpieza e hidratación.
De este modo, limitamos el uso de jabón en la ducha a las zonas que tienden a ensuciarse más, como las manos, los pies, las axilas, el ano y los genitales masculinos. Los genitales femeninos no los lavamos con jabón para no alterar la delicada flora bacteriana.
El resultado es que la piel que antes necesitaba ser hidratada con cremas o aceites naturales ya no requiere ningún cuidado extra, ni siquiera en verano!
El cuidado del cabello
Habiendo comprobado la teoría de que la piel se autorregula si no la agredimos con productos (aunque sean naturales), decidimos dar un paso más y cambiar la forma en que nos lavamos el cabello.
Encontramos múltiples recetas de champú casero, jabón para el cabello y acondicionadores. Como siempre, optamos por la simplicidad, buscando lo más práctico, con menos ingredientes y más fácil de preparar.
Decidimos probar con un método de limpieza del cabello con bicarbonato y vinagre. Es muy simple y práctico porque las mezclas se preparan en el momento de usar y sólo se utiliza agua, bicarbonato de sodio y vinagre de manzana.
Las mezclas para el lavado se hacen de la siguiente manera:
Para el lavado: se ponen 1 ó 2 cucharadas soperas de bicarbonato de sodio en una taza de agua caliente y se agita bien hasta que se disuelve.
Para suavizar y equilibrar el PH: se ponen 1 ó 2 cucharadas de vinagre de manzana en una taza de agua caliente y se agita para mezclar.
Se aplica sobre el cabello mojado la mezcla de bicarbonato, se frota suavemente y se aclara bien. Luego se aplica la mezcla con vinagre, se desenreda el cabello y se aclara bien. La cantidad de bicarbonato y vinagre necesaria para conseguir un cabello limpio y bonito depende de cada persona. Hay que ir probando agregar más o menos hasta dar con nuestra mezcla ideal.
Nuestra experiencia con esta forma de lavado es muy satisfactoria. Aunque hay una pequeña fase de transición en la que el cabello no luce bonito, sino que parece algo sucio. Esto es debido a que se tienen que eliminar los residuos de los productos comerciales que se han estado usando anteriormente. Peinar el cabello en la ducha, acelera esta eliminación de residuos y la fase de transición se hace más corta.
Llevamos casi un año lavándonos el cabello así y realmente estamos encantados. El único de la familia que no lo usa es nuestro bebé Pau, que ahora tiene dos años. Su cabello es tan sano y brillante que lo lavamos únicamente con agua!